El trastorno de estrés postraumático (TEPT) es una condición desencadenada por la exposición a un evento traumático que experimenta entre el 5 y el 10% de la población mundial, siendo más común en mujeres que en hombres.
A nivel biológico, el TEPT afecta múltiples sistemas tales como la circuitería y química cerebral, el sistema inmune, el sistema endocrino y la función metabólica teniendo un impacto negativo sobre el eje hipotalámico-pituitario-adrenal, el sistema nervioso simpático y la señalización glucocorticoide.
Los ejes cardinales de este trastorno incluyen la exposición directa o indirecta a un evento traumático, la presencia de síntomas intrusivos y la manifestación de conductas evitativas persistentes junto con alteraciones en la activación fisiológica, en el estado de ánimo y en la cognición. Para considerarlo un trastorno es necesario que los síntomas se hayan mantenido durante al menos un mes y tengan un impacto significativo en la funcionalidad de la persona que lo padece. Los síntomas intrusivos incluyen recuerdos recurrentes, pesadillas, reacciones disociativas, malestar psicológico y una alta reactividad hacia los estímulos asociados con el trauma. Es común que los individuos con este trastorno manifiesten amnesia disociativa, culpa persistente, vergüenza, enojo, miedo, desinterés en actividades que solían disfrutar, distanciamiento emocional, aislamiento, irritabilidad, conductas agresivas o autolesivas, hipervigilancia, problemas de concentración y alteraciones en el sueño, por lo que el diagnóstico oportuno es indispensable para reducir el impacto negativo sobre la vida del paciente.
Afortunadamente, se cuenta con un amplio repertorio de opciones terapéuticas para abordar la sintomatología asociada al TEPT. Dentro de las opciones psicoterapéuticas se encuentra la terapia cognitivo conductual cuyo objetivo es modificar las percepciones y los pensamientos negativos asociados al trauma a la vez que se desarrolla una nueva narrativa que permite cambiar la forma en que los sobrevivientes se sienten sobre lo que les ocurrió. Otra opción es la terapia interpersonal, la cual se centra en que el paciente recobre el control de su vida a través del desarrollo de habilidades para comunicarse e interactuar con su entorno. Además, se puede optar por la terapia centrada en el presente, la terapia de exposición prolongada y la terapia de apoyo.
Por su parte, las opciones farmacológicas incluyen el tratamiento con fármacos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina. Pese a que se ha propuesto el uso de otros medicamentos que tienen efecto en la liberación de corticotropina asi como en los sistemas dopaminérgico, GABAérgico y endocannabinoide hasta ahora los únicos fármacos aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA por sus siglas en inglés) para el abordaje del TEPT son la sertralina, la paroxetina y la fluoxetina. El tratamiento suele ser combinado, es decir, incluye tanto al abordaje farmacológico como psicoterapéutico. Tanto el diagnóstico como el plan de acción indicado para cada paciente deben ser establecidos por un especialista.
Recursos Consultados
Bisson, J. (2007) Pharmacological treatment of post-traumatic stress disorder. Advances in Psychiatric Treatment, 13(2), 119–126.
Yehuda et al (2015) Post-traumatic stress disorder. Nat Rev Dis Primers 8; 1:15057